“En un mundo dominado por las franquicias, el encanto es más importante que nunca”. “Algo que no se puede fingir”.
Este sugerente subtitulo, con el que estamos totalmente de acuerdo,
es parte del titulo del articulo que, como todos los meses, el diario El País dedica dentro de su sección El Viajero a la revista Monocle. Y tras su lectura se refuerzan nuestras reflexiones traídas hasta aquí en nuestras últimas entradas sobre esas imágenes corporativas similares por las que apuestan casi todas las marcas para sus tiendas y que llegan a desubicar y aburrir a sus clientes. De ahí el encanto de lo que se sale de la norma, de lo diferente y diferenciador. Os ofrecemos un resumen del mismo a continuación.
El encanto ha sido excluido de la vida moderna en el momento en el que más lo necesitamos. Lo está destruyendo una generación creciente de ejecutivos con aversión al riesgo y con unos planes que pretenden lo imposible: obtener el máximo beneficio contentando al mayor número de gente posible.
El encanto no implica esfuerzo, pero a la vez supone una responsabilidad. Y también requiere un grado de honradez e integridad: no es algo que se pueda fingir (aunque el sector servicios estadounidense haga grandes esfuerzos), y eso precisamente lo convierte en una cualidad tan especial.
El encanto es completamente humano: tiene que ver con el carácter y la individualidad. Ya sea un hotel o una calle, una ciudad o una tienda, un aeropuerto o un café, cuando resulta encantador es porque hay algo en eso profundamente humano con lo que conectamos, ese efecto fruto del uso frecuente o esa familiaridad de una rutina perfeccionada. No hay nada encantador en Dubái, donde chocan rascacielos con autopistas de 12 carriles; o llamadas telefónicas automatizadas.
El encanto ¿tiene que ver con la convicción? ¿tener una opinión, seguir un instinto, alimentar una pasión?, no, con preguntarle a mil personas lo que piensan y tratar de quedar bien a medias con todos. Internet no solo carece de encanto por resultar vacío de interacción humana: también es una herramienta a través de la cual todo el mundo tiene derecho a opinar. Desde un hilo de comentarios hasta el veneno de Trip Advisor, Internet da voz a un millón de comentaristas de sofá y anima tanto a la gente como a las empresas a "andarse con cuidado" para agradar a las masas.
El encanto no es cuantificable, por eso los asesores de empresas y los poseedores de MBA lo pasan por alto. Las decisiones que se toman en la sala de reuniones acerca del futuro de una ciudad, de un edificio o de una empresa no tienen en consideración la importancia del encanto. Apostar por una cualidad no medible en datos y cifras se considera el mayor de los riesgos, y sin embargo podría decirse que el encanto es el factor más importante para proteger negocios ya existentes, lo cual es incalculable en el clima financiero actual.
El encanto es también frágil: no es algo que puedas comprar (de nuevo Dubái), sino que lleva su tiempo cultivarlo y requiere protección porque, una vez que se pierde, es casi imposible de reinstaurar.
La revista Monocle nos presenta seis experiencias viajeras con mucho encanto.
1. Una tienda: Brook Farm, de Nueva York, que parece una extensión de la casa de sus dueños.
2. Un tren: la Rhätische Bahn suiza, en cuyos vagones el viajero puede bajar la ventanilla y asomarse a la naturaleza alpina.
3. Un restaurante: cerca de Milán, la Osteria della Villetta, en la que el servicio nunca es apresurado y donde apetece quedarse un buen rato de sobremesa.
4. Una calle: Gemmayzeh, corazón de un barrio de Beirut que respira juventud y autenticidad.
5. Un hotel: el Fasano de Sao Paolo, cuyo diseño implica una selección exquisita de materiales.
6. Una panadería: Levain, en la localidad japonesa de Ueda, donde los clientes pueden relajarse en el café de la planta baja.
Ni que decir tiene que, sin menospreciar ninguna de éstos, nosotros añadiríamos por ejemplo el citado en nuesta ultima entrada Petit Komite a esta lista, entre un numero significativo de locales con caracteristicas similares que hemos mostrado en nuestras entradas .
Las imágenes que acompañan esta entrada pertenecen a la citada Brook Farm de Nueva York
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