Estos días conocíamos a traves de los medios de comunicación la noticia de que el que fuera en su día uno de los mas importantes restaurantes de nuestra ciudad,donde se daban cita los mas importantes personajes de nuestro país, había cerrado sus puertas durante el mes de agosto para no reabrir mas, nos referimos al restaurante Jockey de Madrid, al que muchos consideran ya “mas que un restaurante un símbolo”.
Naturalmente, la crisis se está cebando en todos los sectores, pero llama la atención lo que está sucediendo en la hostelería, por su visibilidad y porque durante mucho tiempo se ha considerado a este sector como uno de los más sólidos por lo mucho que a los españoles nos gusta comer y beber fuera de casa.
El cierre de este mítico establecimiento confirma definitivamente el difícil momento que atraviesa la alta gastronomía madrileña, y que está suponiendo el cierre de muchos de los considerados restaurantes clásicos de la capital. El goteo es incesante: Príncipe de Viana, Nicolás, Zaranda, Las cuatro estaciones, El Olivo, Chantarella, Club 31, Balzac...
Mientras la crisis no se tradujo en una caída en picado del consumo, los restaurantes iban capeando el temporal con mucho sufrimiento, pero ahora que el consumo se ha contraído brutalmente, la sangría esta resultando tremenda. Y este tipo de restaurantes lujosos y con buen servicio a “la antigua” quizá desparezcan para no regresar ya nunca más.
También hay otro factor que maquilla un poco la magnitud de la crisis, y es que paradójicamente, como ya hemos dicho aquí en varias ocasiones, también se están abriendo muchos restaurantes nuevos. Personas que han perdido su empleo o su anterior negocio están invirtiendo sus ahorros o indemnizaciones en un “negocio seguro”. Y por otra parte muchos restaurantes caros están abriendo filiales más 'informales' y económicas.
Según la opinión de algunos expertos hay otro factor que también esta contribuyendo a que desaparezcan algunas de estas “viejas glorias” de nuestra restauración; y no es otro que el que, a pesar de que la moda dominante en muchos ámbitos sea la del “vintage”, lo clásico no vende y esto hace que ese tipo de establecimientos estén a la baja mientras triunfan otro tipo de formatos, como por ejemplo el Ten con Ten del que ya os hablamos en otra entrada, para los que hay listas de espera de semanas y cuyo precio medio está en el mismo rango que los más clásicos". Seria por tanto no una cuestión de cocina, o al menos no tan solo de eso, sino del concepto clásico en general.
Porque de hecho, muchos de estos restaurantes, el propio Jockey entre ellos, habían realizado algunos cambios para adaptarse a los nuevos tiempos y circunstancias, incluso ajustado sus precios, pero no ha sido suficiente, y que según algunos críticos gastronomitos, lo que se está penalizando es el estilo del restaurante.
Sea como sea el caso es que como sentenció el año pasado el propio Ferrán Adriá, que tuvo que convertir su exitoso y aclamado El Bulli en una fundación tras resultar inviable como restaurante, la cocina media y alta en España va a sufrir una reconversión brutal. La esta sufriendo ya.
En el caso que nos ocupa y que sirve de ejemplo para esta entrada, hay que decir su cierre se veía venir: el local ya había amenazado de cierre en 2010. El restaurante estuvo inmerso en un proceso de reestructuración para reducir su deuda que no llego a cuajar y al final, tras una solución de emergencia resuelta con las aportaciones de algunos clientes fieles y algún inversor extranjero, Jockey consiguió algo de soporte financiero para intentar salir adelante.
Entre los cambios, el restaurante quiso darse un barniz de modernidad y modificó sus interiores de la mano de Ignacio García de Vinuesa, al tiempo que trató de implementar un cambio conceptual bajo la dirección de Miguel Ángel García (socio de Grupo Café Saigón). Pero todo ha sido en vano.
El restaurante Jockey fue fundado en 1945 por Clodoaldo Cortés, padre del actual propietario, que entre otros méritos llegó a ser primer maitre del hotel Ritz. Su oferta fue revolucionaria en España: alta cocina clásica acompañada de un esmerado servicio de sala, y fue considerado uno de los mejores restaurantes de Europa, siendo poseedor de una estrella Michelin hasta el año 2000. En él Cortés logró reunir a la alta sociedad madrileña en un ambiente que recordaba a los clubes ingleses. Porque Jockey era un templo gastronómico, pero también, un hecho social. Si eras "alguien"... tenías que ir a Jockey.
Así se convirtió en un referente de la última mitad del siglo XX junto a Horcher y Zalacaín. Su cocina tradicional con toques franceses fue apreciada por la elite empresarial y política de nuestro país. En sus salones y en su banco corrido se fraguaron muchos e importantes negocios.
El establecimiento contaba con un equipo de 35 personas, que atendía una sala para 70 comensales. Además tenia en su planta superior espacio para sus míticos salones privados para entre 2 y 80 clientes.
Con un tícket medio de 90 a 100 euros y un ‘brunch’ a la carta los domingos por 70 euros, para adaptarse lanzo también un menú más "económico", a 70 euros, que funcionaba de lunes a viernes a mediodía. Generaba una facturación anual de entre 1,5 y 2 millones de euros en los años anteriores a la crisis, según fuentes sectoriales.
El caso es que por unas causas u otras, o por la suma de todas ellas, se acabó. Se ha ido no solo un restaurante, sino una época de la que fue el último símbolo. Y cuando se escriba la historia del Madrid el siglo XX Jockey se mencionara en muchos capítulos.
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