Hace bastante tiempo que no le dedicamos una de nuestras entradas a un libro así que hoy vamos a hacerlo. Entre las lecturas de este verano hemos tenido la “suerte” de leer Lo feo no se vende, gracias a una recomendación de Antoni Flores vía Twitter
(para que luego digan que las redes sociales no influyen en las compras), y como nos ha parecido "de lo mas interesante" vamos a dedicarle un par de entradas a este libro.
Este libro esta escrito en los años 50 por uno de los grandes nombres del diseño Raymond Loewy. A algunos no os sonara el nombre, a nosotros al principio tampoco mucho, hasta que no empezamos a leer e libro y ver algunos de sus trabajos. Es el responsable de muchos de los diseños de esos años, sus diseños abarcan desde pequeños electrodomésticos hasta coches o locomotoras, incluso grandes almacenes. Quizá aun así no os resulte conocido, pero seguro que la cosa cambia si decimos que es autor del diseño del famoso paquete de cigarrillos Lucky Strike. Y es que otro de sus puntos fuertes fue el diseño de logotipos para grandes corporaciones del momento, entre las que podríamos destacar Shell, Bp, U.S. Mail, Coca Cola, etc.
En el libro relata su vida profesional en EEUU y es un ejemplo del típico sueño americano: inmigrante llegado con los bolsillos vacíos que se convierte, con mucho esfuerzo y fortuna, en un gran empresario de éxito en un campo bastante desconocido hasta ese momento como era el diseño industrial.
Pagina tras pagina nos va relatando su vida y sus trayectoria profesional, desde la graciosa anécdota de ser escaparatista por un día, pasando por su faceta de ilustrador para diferentes publicaciones y empresas, hasta el momento en que se percata de que existe nicho profesional que hasta ese momento no estaba cubierto o no se le daba la importancia que debía, como es el de diseñador.
Al principio del libro nos sitúa ante un hecho que cambio todo el siglo XX como fue la revolución industrial que se empezó a fraguar a mediados del siglo XIX, y el paso del trabajo artesanal realizado por obreros a la fabricación industrial mecanizada.
Como el objetivo fundamental de este objeto producido en serie era que funcionara, aunque su forma resultase cómica, nadie dedicaba siquiera un pensamiento a los costes ni mucho menos al aspecto del mismo, por lo que los objetos tenían un aspecto informe y desordenado. Con el tiempo se perfeccionaban en todo menos en su estética.
Como el propio autor nos dice:
“La abundancia de mercancías fabricadas en serie me había impresionado en gran manera. Me asombraba asimismo su extraordinaria calidad. Prescindiendo de pocas excepciones los géneros eran buenos. Sin embargo me sentía decepcionado y abatido por su triste aspecto, su tosquedad y si he de ser sincero, su forma vulgar. La calidad y la fealdad iban de la mano ¿Por qué existía este contrasentido?”.
“Fealdad en el color, en las proporciones y en los detalles. Algunas vences un objeto era mas armónico en su diseño de conjunto. No obstante en este caso, la buena impresión era casi siempre borrada por el gran numero de accesorios “artísticos”, una confusión de franjas adornos y detallitos, que hacían parecer el articulo como si fuera de baratillo…”
Y es que los primeros intentos de hacerlos mas agradables y cercanos consistieron en “decorarlos” con guirnaldas, angelotes, mariposas, etc.
“Allá por el 1926 empezaron a hacerse sentir los primeros síntomas de una sobresaturación del mercado entre la clientela de algunos almacenes en los cuales yo colaboraba. Los automóviles eran tan feos que se hacían casi repulsivos. ¿Cuánto tiempo seguiría tolerando todavía el publico esta situación? Los adinerados que regresaban de sus viajes por el extranjero traían consigo Rolls Royces, Hispano Suizas, Bentleys y Voisins de construcción baja y elegante. A la gente les gustaban…Empecé a comprender con suma claridad que el defecto de los artículos americanos no debía atribuirse a los consumidores. Lo más probable es que se tratara de la falta de fantasía de los fabricantes. En otras palabras, subestimaban el gusto del comprador americano”.
“La situación económica en general parecía presagiar la próxima llegada de una época de incrementada competencia y los fabricantes deberían realizar extraordinarios esfuerzos para lograr vender sus mercancías”.
“La saturación del mercado era patente, la competencia se encarnizaba, un buen diseño podía aumentar las ventas; sobre esto podían ser convencidos los fabricantes y yo era el hombre apropiado para llevar a cabo esta doble tarea: Diseñar y convencer”.
Así es como se plantea emprender con una idea clara diseñar para llegar a un público y poder vender mejor.
En el libro va contando diferentes e interesantes experiencias de cómo va cambiando un objeto o la forma de trabajo, pero al inicio de su carrera narra una anécdota que nos ha parecido llamativa y se acerca a la temática del blog, esa a la que hacíamos referencia al principio: cuando le proponen diseñar el escaparate mas importante de los almacenes Macy’s.
“El asunto era el siguiente: durante el día yo tenia que diseñar un escaparte como prueba, el cual tenia que estar terminado el lunes por la mañana.
… La técnica escaparatista de la época consistía en rellenar los escaparates con un carro de mercancía y media docena de maniquíes adornados con varias toneladas de género en distintas posiciones…. Todo aquello no era más que una salvaje confusión y tampoco era rentable en el aspecto comercial.
... Cubrí uno de los maniquíes con un elegante traje de noche negro, extendí a sus pies un valioso abrigo de visón y repartí todavía, con consciente descuido un par de objetos más en el escaparate. En lugar de la usual abundancia de luz deje el escaparate casi en penumbra, la única iluminación procedía de 3 potentes focos que iluminaban la figura. El resultado conseguido era un fuerte contraste entre la deslumbradora luz y las profundas sombras.
Cuando regrese a la mañana siguiente para admirar los resultados una multitud se agrupaba delante de mi escaparate… era una verdadera catástrofe, al lugar de los hechos habían llegado ya los escaparatistas para practicar los primeros auxilios. Estos para reparar los daños trajeron unos carritos de mano llenos de mercancía…
“Fui despedido inmediatamente, mi empleo no había durado ni 24 horas”.
Otra de las historias que releja su interés por el tema fue el encuentro con uno de los hombre mas influyentes en el comercio de aquella época, Horace Saks, y como por una serie de “casualidades” le llevan a “diseñar” con él su gran almacén en la Quinta Avenida.
“En 1927 tuve la ocasión de conocer a un hombre al cual no olvidare jamás, Horace Saks, en aquel entonces director general de la Saks y Co.. Naturalmente Saks Cakke 34, pues por aquella fecha no había en Nueva York, ni en ninguna otra parte, una sucursal de Saks. Horace Saks no era tan solo un gran comerciante, sino que era también amable y un hombre muy perspicaz. Empecé haciendo dibujos de propaganda para su firma y descubrí, con gran satisfacción por mi parte, que tenía sentido para creer en una decoración revolucionaria y en una excepcional escritura. Esto era estimulador. Me sentí cada vez mas osado en mis proyectos y él me felicito a menudo por mis trabajos.
Una noche estaba yo recibiendo las orientaciones del jefe de propaganda para el anuncio del día siguiente, cuando Horace Saks me hizo llamar. Nos dirigimos en su coche a la ciudad y entonces me anuncio la gran nueva: Saks quería instalar unos grandes almacenes en la Quinta Avenida, esquina con la calle 50, debía de ser “le deniere cri” (el último grito) en el campo de la decoración de los grandes almacenes. Charlamos largo rato sobre grandes proyectos para el futuro, nos imaginamos cuan maravillosamente podía instalarse algo así, y al despedirnos me encargo que meditara con calma todo este asunto.
A menudo mientras se edificaba la casa, conversábamos con entera libertad sobre el decorado interior. Yo le expuse que debíamos aprovechar esta ocasión para crear una mejor atmosfera de ventas con la ayuda de recursos no aprovechados hasta entonces, y que deberían utilizarse métodos completamente nuevos para todos los detalles, para el mayor incremento de las ventas. Era preciso desarrollar una moderna filosofía de acuerdo con la psicosis del comprador. En primer lugar le propuse que empleara tan solo a vendedores que estuvieran bien calificados para ejercer su profesión. Todo el personal de ventas, hombres y mujeres, debían ser seleccionados con esmero de acuerdo con su aspecto, presencia y modales. Además todos ellos debían de vestir con sencillez pero con elegancia. Todos los detalles, incluso el papel de envolver, las cajas de cartón y los envases debían de ser diseñados de manera adecuada.
En aquella época, siempre me sentía horrorizado ante el aspecto y conducta de los ascensoristas, casi todos ellos eran gente poco cuidadosa en su aspecto personal, no muy amables, y a menudo si siquiera llevaban las manos limpias. Quiérase o no, se entra siempre en estrecho contacto con el encargado del ascensor, en particular en las horas de mayor aglomeración de público. Lo menos que el propietario de unos grandes almacenes puede hacer por sus clientes es pues, procurar que el empleado que esta al cuidado del ascensor, hombre o mujer, tenga un aspecto presentable y sea cortes y correcto. Horace Saks estaba completamente de acuerdo con mi opinión. Además le propuse proyectar un uniforme común para todo el personal. Esto causo sensación cuando se inauguró “La nueva casa”. Los empleados masculinos llevaban unos correctos trajes oscuros con corbatas blancas y guantes blancos. No paso mucho tiempo sin que este ejemplo se extendiera por toda America.
Yo prepare la campaña preliminar a la inauguración y durante muchos años me hice cargo de la mayor parte del trabajo artístico, hasta que Horace Saks falleció de repente. Este fue un duro golpe par mí, ya que ambos sentíamos una sincera inclinación mutua y un gran respeto el uno por el otro.
Mi amigo Adam Gimbel se hizo cargo del timón del negocio. Tenía los mismos puntos de vista de Horace Saks y siguió desarrollándolos. Hizo de “Saks quinta Avenida” una institución que goza de fama mundial”.
Las imagenes que ilustran esta entrada corresponden a diferentes trabajos realizados por su estudio en diferentes campos del Diseño incluido el de Interiores.
Raymond Loewy NO diseñó el logo de Coca Cola
ResponderEliminarno dice que lo diseñó, dice que él rediseñó la botella para hacerla más ergonómica a la mano....
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