Estamos inmersos en una cultura de empresas que valora tanto la rentabilidad y las cifras de crecimiento continuo - estas tienen que ser cada año más elevadas en comparación con los años o ejercicios anteriores, más aun en el caso de las empresas que cotizan en bolsas porque éstas están obligadas
a dar cifras trimestrales a sus accionistas - que en ocasiones estas se ven tentadas a ofrecer productos rentables dispares a la filosofía de la propia empresa y que no complementan a sus producto sino que incluso llegan a distorsionar la propia imagen de la empresa.
Un ejemplo de esto lo leemos en el libro sobre Starbucks, en el que el su CEO, Howard Schultz, describe como en una ocasión al entrar en uno de sus establecimientos encontró un mueble frente a la puerta lleno de peluches, al pedirle explicaciones al responsable de la tienda este le respondió que “se vendían muy bien y dejaban un margen fantástico que les servia para cuadrar mejor las cuentas”.
Schutz se plantea el tema porque es cierto que sus accionistas estaban reclamando cada vez mayores cifras de venta y seguir con aumentos de facturación pero ¿Es cualquier acción valida para llegar a este objetivo? O como dice el dicho popular ¿Es esto pan para hoy y hambre para mañana?.
Ya hemos tratado en otras ocasiones este tipo de de actuaciones, por ejemplo, cuando hablamos de diseñando modelos de negocio poníamos el ejemplo de National Geographic en Madrid, donde por cuestiones de rentabilidad la pequeña cafetería que tenía que servir de complemento a la venta de la tienda ha tomado tal protagonismo que ya ocupa casi toda la planta de calle. Pero estos no son casos aislados, ocurre lo mismo en otros muchos ámbitos.
Una cosa es ofrecer algún producto como algo anecdótico, durante una temporada, o de forma puntual en un lugar destacado, pero sin perder la perspectiva, y otra convertirlo en una parte del negocio que nada tiene que ver con él.
Otro ejemplo similar lo tenemos en el sector bancario con sus regalos de todo tipo: vajillas, televisiones, etc. como gancho para atraer a futuros clientes. ¿No sería mejor darles un mejor interés, eliminar o rebajar alguna comisión u ofrecer algún otro servicio adicional gratuito?, Con ello se fidelizaría al cliente y se daría un valor añadido mayor a la marca, a la vez el cliente percibiría una imagen mucho mas profesional.
Quizá sea esto lo que se debiera hacer en todos los casos, a la larga mejoraría la imagen de las empresas y la percepción que de ellas tienen los clientes. Aunque lo cierto es que ese tipo de campañas, anunciadas muchas veces a bombo y platillo tienen buena acogida y al final son los resultados inmediatos los que priman sobre el largo plazo.
Como estos ejemplos podríamos encontrar otros muchos. Una cosa que se hace como prueba provisional acaba siendo la protagonista permanente. Personalmente creemos que los negocios hoy en día tienen que estar tan especializados y diferenciados que incluir elementos que distraigan la atención del concepto inicial es peligroso. Hay que tener mucho cuidado con este tipo de acciones de pronta rentabilidad pues en ocasiones pueden poner en serio peligro la vida de la marca a largo plazo.
Las imagenes que ilustan esta entrada son de un corner tipo para un gran almacen de la firma de ropa infantil Miffy Shop.
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