Porque ser optimista es una actitud. El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en nuestras capacidades y posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir.
Cuando nos embarcamos en un proyecto determinado, si nos rodeamos de una actitud optimista puede que lleguemos o no a buen termino, pero con la actitud opuesta ni siquiera nos hubiésemos atrevido a empezarlo por miedo a que saliera mal. La actitud del optimista es de esperanza, de posibilidad de triunfo, de que las cosas salgan bien, mientras que la del pesimista es de desesperanza, de derrota antes de empezar.
La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su contraparte –el pesimismo- radica en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desánimo. El optimismo es una actitud permanente de “recomenzar”, de volver al análisis y al estudio de las situaciones para comprender mejor la naturaleza de los fallos, errores y contratiempos, sólo así estaremos en condiciones de superarnos y de lograr nuestras metas.
En resumen, el optimista no se rinde, se ve capaz de abordar cualquier proyecto porque tiene esperanza y confía en llevarlo a buen fin. Esa esperanza genera confianza en uno mismo, lo cual a su vez genera buenos resultados y con ellos más autoconfianza, la desesperanza en cambio puede llevar al individuo a actuar por debajo de sus posibilidades.
Hace unos días asistimos a un congreso de contract y uno de los ponentes hizo un comentario refiriéndose a la situación actual, nos decía que la mejor forma de combatir la crisis es obviándola, darse cuenta que existe, pero no obsesionarse, ni estar todo el día hablando de ella, pues con esto lo que se consigue es crear una psicosis que hace aumentar el temor de la gente y que aquellos que pueden no gasten, y con ello contribuir a la parálisis de la economía y del comercio.
Somos de la opinión de que la crisis empieza a terminarse cuando empieza el optimismo.
La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y su contraparte –el pesimismo- radica en el enfoque con que se aprecian las cosas: empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desánimo. El optimismo es una actitud permanente de “recomenzar”, de volver al análisis y al estudio de las situaciones para comprender mejor la naturaleza de los fallos, errores y contratiempos, sólo así estaremos en condiciones de superarnos y de lograr nuestras metas.
En resumen, el optimista no se rinde, se ve capaz de abordar cualquier proyecto porque tiene esperanza y confía en llevarlo a buen fin. Esa esperanza genera confianza en uno mismo, lo cual a su vez genera buenos resultados y con ellos más autoconfianza, la desesperanza en cambio puede llevar al individuo a actuar por debajo de sus posibilidades.
Hace unos días asistimos a un congreso de contract y uno de los ponentes hizo un comentario refiriéndose a la situación actual, nos decía que la mejor forma de combatir la crisis es obviándola, darse cuenta que existe, pero no obsesionarse, ni estar todo el día hablando de ella, pues con esto lo que se consigue es crear una psicosis que hace aumentar el temor de la gente y que aquellos que pueden no gasten, y con ello contribuir a la parálisis de la economía y del comercio.
Somos de la opinión de que la crisis empieza a terminarse cuando empieza el optimismo.
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