Constancia es La Clave




En el día de ayer tuvimos la oportunidad de conocer a uno de esos pequeños empresarios de nuestro país que tienen toda una trayectoria a sus espaldas. Un hombre hecho a sí mismo, nacido en un pequeño pueblo de Guadalajara que sin apenas estudios ni educación comenzó a trabajar a los 13 años en un bar y tras pasar por otros establecimientos, incluso en Mallorca durante la época del boom turístico, acabo montando su propio establecimiento.
Con el paso del tiempo y gracias a su tesón y esfuerzo consiguió ir creciendo hasta hacerse un nombre y tener un importante establecimiento en una localidad cercana a Madrid que atrae no solo a una clientela de los alrededores sino de toda España, pues como nos confesó tan solo el 10% es del propio pueblo.



Nos pareció uno de esos emprendedores que no aparecerán nunca en los manuales de negocios ni en los libros sobre hostelería o retail, pero con los en un rato de conversación es posible aprender más que en algunos masters de negocios. Personas de talento innato, basta cultura popular y sabiduría ganada a pie del negocio, que muchas son los pilares para tener éxito en los negocios.



Quizá no nos dijo nada que no supiéramos (o intuyéramos), pero no hay como oírlo así de claro y en primera persona para darse cuenta de a pesar de que los tiempos cambian algunas cosas son inmutables, aunque de algunas ya hemos hablado, creemos que merece la pena repetirlas para que no se olviden y como homenaje a él y otros como él. Son parte de su legado, y quizá a todos nos iría mejor si las recuperásemos.



La primera idea y fundamental para cualquier negocio, nos dijo, es la constancia. Constancia, constancia y después constancia es la clave. No relajarse nunca, pues es el principio del fin, aunque se atraviesen horas bajas, momentos críticos, épocas de desánimo en las que parezca que nada merece la pena, no se debe desistir, hay que tener amor propio y continuar trabajando, al final el tiempo nos dará la razón.



La segunda, que compartimos, y que sabemos todos aquellos que tenemos un negocio propio, es que hay que dedicarle muchas horas, sea el día que sea, porque si lo que queremos es atenderlo solo unas horas y pasar el resto en casa descansando al final las cosas no irán bien, como dice el refranero, que al fin y al cabo también es sabiduría popular “el ojo del amo engorda al caballo”.



Muestra de esa preocupación constante por su negocio nos contó como en algunos momento en que vio decaer su establecimiento el mismo se paseaba por la competencia para ver cómo estaban y cuando los veía con público, mandaba a sus empleados, para indagar que motivos había para ello y adoptar las medidas pertinentes para recuperar su clientela.



No olvidemos que al fin y al cabo muchos de nuestros negocios están dedicados al cliente y aunque mantengamos nuestra esencia también debemos dar al público lo que este demande según el momento.



Otra de las claves para él está en la seriedad, en todo. En los horarios, no cerrar antes o abrir aleatoriamente, respetar al público, no ponerse a limpiar cuando todavía hay clientes en el local, por pocos que sean, se sentirán incómodos, etc.



Para él los tres pilares básicos sobre los que se asienta un negocio de hostelería son: la cocina, el motor del negocio (con un producto de calidad y sin escatimar), el servicio (la atención de los empleados) y la limpieza, y tienen que ir todos juntos y al unísono.



Es un hombre consciente desde siempre de la importancia de tener las ideas claras sobre el negocio que se pretende tener, de enfocarlo claramente, y aunque por supuesto se vayan haciendo cambios, fundamentales e inevitables en la evolución de un negocio, nunca perder el rumbo si se quiere llegar a buen puerto.



Otra confesión que nos hizo fue reconocer que, durante los pasados años de bonanza, en el sector y dejándose llevar por la tónica general se habían cobrado márgenes excesivos por algunos productos, citando los vinos como ejemplo, y ahora tras esa burbuja la crisis ha obligado a adaptar los precios a niveles más razonables.



Por último salió a relucir un problema del que también hemos hablado otras veces: la desaparición del líder. Adentrándose en un terreno más personal nos contó cómo tras el fallecimiento de su esposa, que también había dedicado su vida al negocio, y dada ya su edad decidió dejar el negocio, ya muy rodado y establecido, en manos de sus dos hijas y sus respectivos maridos, pero como después de un tiempo la mala gestión y los problemas entre ellos (incluso con separaciones de por medio) estaban llevando el negocio a la deriva se vio en la necesidad de retomar las riendas hasta que al cabo de unos meses, y nuevamente a fuerza de esfuerzo y constancia las cosas volvieron a ser como antes.



En la actualidad, a pesar de la crisis y las dificultades propias del sector, el negocio funciona bastante bien, el sigue teniendo las ideas muy claras y el camino a seguir, pero ahora con su futuro ya resuelto y algunas cicatrices quiere también disfrutar de lo que queda de viaje, aunque no tiene claro que pasara cuando el no este.




Desde aquí queremos darle las gracias por su buen trato, sus sabias palabras y sus entrañables anécdotas. Y por supuesto desearle la mejor de las suertes. Creemos sinceramente que se la merece.

 Las imagenes que ilustran esta entrada corresponden al curioso restaurante  Theresa en Munich diseñado por Stephanie Thatenhorst & Kristina Stöckel, en la planta alta dispone de varios ambientes incluida terraza y en el sotano, un sitio de copas donde se puede hasta juagar a los bolos.

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