
En un mundo que apela cada vez más a los sentidos y a las apariencias, los consumidores se preocupan cada vez más de que los productos y servicios provengan de una compañía “auténtica”; es decir, una compañía que sea lo que dice ser, y que siga siendo fiel a su esencia.

Y es que la autenticidad se ha vuelto el gran imperativo comercial de los últimos tiempos. Ya nadie se pregunta si un producto está disponible, es de buena calidad o es asequible. Vivimos en un mundo de abundancia que ya ha superado todos estos problemas. Lo importante es que la vivencia que genera el producto, el producto mismo y la compañía sean auténticos o, al menos, percibidos como tales.

1. Materias primas en su estado natural en la tierra: materias que no son artificiales ni sintéticas.
2. Productos que son pioneros en sus campos: suelen ser considerados “originales” mientras que cualquier otra cosa es una “copia”.

4. Vivencias que provienen de los rituales de la historia humana o de culturas duraderas: Estas vivencias son consideradas auténticas porque han perdurado a través de los años.
5. Fuentes que son reverenciadas y, por tanto, influyentes: la gente considera auténticas las cosas influyentes y que impulsan a los humanos a buscar objetivos más elevados. Esta es la razón por la que los edificios sustentables y las prácticas de comercio justo han generado tanto ruido en los últimos tiempos.

¿Consideran nuestros clientes que somos auténticos?,¿Somos lo que decimos que somos?.Para poder ser lo que decimos ser, es preciso que aceptemos exactamente lo que realmente es nuestro negocio y ofertas. Cuando la gente se acerca a nuestro negocio, la realidad debe corresponderse con la publicidad.


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