Cuando un establecimiento con historia cierra sus puertas y tiempo después las reabre, cosa rara, porque los que cierran rara vez vuelven a abrir la persiana, y sino ahí tenemos por ejemplo a uno emblemático como eran los Gabrieles, y además lo hace adecuándose a los nuevos tiempos pero sin perder su esencia, ello es motivo para reseñarlo y además tomarlo como ejemplo para otros muchos negocios del mismo tipo que todavía existen en nuestra ciudad.
Nos referimos a un castizo establecimiento que tras sufrir multitud de cambios y acoger varios negocios el pasado 11 de abril volvió a abrir sus puertas en la calle Libertad, La Carmencita, la segunda taberna más antigua de Madrid.
Desde 1854 ha sido uno de los enclaves más representativos de la hostelería castiza madrileña, un local legendario que presume de ubicarse en la misma finca en la que residió Lorca durante sus años de estudiante, y donde él, con el resto de la Generación del 27 creaban y conspiraban al ritmo de vermús y tapas; albergó también a políticos durante la Segunda República y finalmente a disidentes durante la época de Franco.
La Carmencita renace como parte del Grupo Deluz, proyecto hostelero de carácter social capitaneado por el santanderino Carlos Zamora, aunque sin perder el espíritu castizo de la taberna original que fue.
Se han conservado sus míticos azulejos policromados y la barra de madera y estaño (protegida por el Ayuntamiento) que recibe a la entrada, se han restaurado sus bancos y fachada y remodelado cocinas, paredes (con paneles que absorben el sonido) y techo para que todo esté al día.
Zamora y su familia han decorado además el espacio con luminarias retro y bodegones vintage de platos rescatados de mercadillos en las paredes o botellas de cristal tallado en los escaparates. La meticulosidad en la recuperación les ha llevado incluso a comprar vajilla y cubertería en anticuarios.
A nosotros la verdad es que la vajilla nos parece excesivamente “delicada” para lo que cabría esperar de una taberna castiza, pero suponemos que también es necesario hacer concesiones a las modas.
De esta manera el Grupo Deluz acerca a la capital el mismo modelo que ha dado valor sus establecimientos en Santander y Valladolid: una cocina fuertemente conectada con el productor, basada en productos ecológicos y comprados a diario a productores de proximidad. Todos ellos garantizan una materia prima ecológica en su 90%.
Fiel a esa autenticidad, se ha diseñado una carta cuyo propósito es abarcarlo todo. Sus cocinas abren a las nueve de la mañana con los primeros desayunos, sirven aperitivos, presumen de las meriendas de media tarde y cierran a las dos de la madrugada. Hasta se atreven con cócteles especiales y con un brunch que se sale de la tradición sábados y domingos.
El local, cuyo nombre recuerda a la que fue su jefa: Carmencita López Gardoqui (fue adquirido por los hermanos Pepín y Carmencita López Gardoqui en 1923), se incorpora así de nuevo a la lista de establecimientos representativos de la hotelería castiza madrileña como Casa Alberto, La Bola, Casa Labra, Malacatín, La Ardosa… que nos conectan con otros tiempos, como ellos mismos se encargan de recordarnos:
“ Vivo en el número 16, calle de la Libertad. Por mis cristaleras he visto pasar revoluciones, he visto crecer los barrios, he leído los versos de la generación del 27. He cerrado a veces los portones para ser un lugar de refugio para librepensadores. Y ahora vuelvo al 2013 on ese espíritu de casa de comidas. Un lugar donde vengas a la hora que vengas tendremos algo rico para alimentarte cuerpo y alma”.
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